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viernes, 11 de octubre de 2013

DE BARES, MOTOS, MUJERES Y CARRETERAS. (I) Viejo lobo solitario de la carretera.






LITERATURA CANALLA DE LA CARRETERA


Estas historias ocurrieron realmente, y tanto las personas que aparecen en ellas, como los lugares, las carreteras, los modelos de motos y las fechas que se citan en el relato son verdaderos. Sólo se han cambiado los nombres de las personas, de las peñas motoristas y de los establecimientos públicos para salvaguardar su anonimato en la medida de lo posible. Quizá no habría sido necesario, porque algunas de esas personas, esos establecimientos y esas peñas ya no existen, pero el respeto debido es el respeto debido, aunque sea a título póstumo. Se advierte asimismo que estas historias son duras e ingratas como la vida misma y podrían herir la sensibilidad de algunos lectores.

(I) VIEJO LOBO SOLITARIO DE LA CARRETERA

Una noche de finales de Marzo de 1998 estábamos sentados los tres en una mesa del Café Internacional, Madrid, atestada de botellas y vasos –vacíos unos, llenos otros-, como prueba irrefutable de las consumiciones que llevábamos bebidas al cabo de un buen rato de conversación. Hablábamos de bajar a Jerez, a las carreras. Cuando me levanté para ir al servicio descubrí que estaba más tocado de lo que yo creía, pero aún así conseguí llegar a los lavabos con naturalidad apartando suavemente un montón de gente que me cerraba el paso junto a la barra. El local estaba lleno y hacía calor. Al salir del servicio me rozaron en el hombro y me volví: era Jessica.

-Hola, Jotauve.

-Cuánto tiempo, tía.

-Ya no me saludas, ni nada.

-Perdona, no te había visto.

Jessica era una veinteañera rubia, guapita, fondona y potente. Nos conocíamos del bar, habíamos hablado varias veces y nos habíamos emborrachado juntos en alguna ocasión. Nada más. No recordaba que le gustasen las motos, pero la chica me daba mucho morbo.

-Me he acordado de ti estos días-me dijo.

-¿Ah, sí? ¿Por qué?

-Porque voy a bajar a Jerez. ¿Tú vas a ir?

La miré con detenimiento: estaba bastante buena y sobre todo tenía un par de tetas de escándalo que pugnaban por escapar a la opresión del corpiño negro que vestía la chica. Yo no había decidido todavía nada acerca de Jerez, probablemente no iba a bajar, pero esto cambiaba mucho las cosas, y de qué manera.

-Vente conmigo, Jessica.

Ella sonrió:

-No puedo, tío, voy con otra gente.

-¿Y quién te lleva?-pregunté.

-Mi jefe. Acaba de comprarse una ZX9R Ninja y la vamos a estrenar precisamente en este viaje.

Su jefe era un mejicano cuarentón que había corrido como piloto en su país años atrás, ganando carreras y calzándose también tremendas hostias. Un quemado. Me imaginaba a la pobre Jessica y su opulento culo sobre la minúscula tarima trasera de la Ninja con una mochila en la espalda y volando a 240 por la autovía camino de Jerez.

-Vas a llegar destrozada, Jessica.

-Ya lo sé, pero yo soy muy dura.

-Mi moto es más cómoda para viajar.

-¿Qué moto tienes ahora?

-Una mil cien equis equis.

-No puedo ir contigo, Jotauve, me he comprometido con mi jefe. Si lo hubiéramos hablado antes...

La mayoría de las mujeres son como los jefes: no han venido a este mundo para dar facilidades a los hombres, sino todo lo contrario, y es inútil luchar contra esto. 

-Lo comprendo, Jessica -le dije-. De todas formas yo soy un viejo lobo solitario de la carretera.

Ella se rió. Mis dos amigos motoristas de la peña Los Titanes de la Ruta seguían sentados en la mesa bebiendo whisky con soda y vodka con naranja. Los abultados pechos de Jessica se agitaron un momento bajo el ceñido corpiño, y ella dijo:

-Te prometo que cuando vuelva de Jerez nos iremos juntos de viaje en moto adonde tú quieras.

 Me estremecí. De alguna manera era eso lo que yo quería escuchar. Rara vez ocurre que la mayoría de las mujeres den algún tipo de facilidades a los hombres, pero a veces se produce un milagro. Me despedí de Jessica, alcancé la barra, pedí una enésima copa de ginebra con soda y me senté con mis amigos.

-Tíos, soy un viejo lobo solitario de la carretera -les dije. Me gustaba esta frase, y además, era verdad.

-Entonces cómprate una Harley, compañero -me dijo uno.

-Déjale -intervino el otro-, el cabronazo de Jotauve acaba de pillar cacho con la rubia y eso hay que celebrarlo.

Alzamos nuestras copas y brindamos ruidosamente. Ya era muy tarde y estábamos los tres un poco bebidos.

CONTINUARÁ

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