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sábado, 14 de mayo de 2016

IV TROFEO VESPA "LAS 20 PROVINCIAS" (1961)




La Vespa (avispa, en italiano), es el escúter más célebre de todos los tiempos y el vehículo de dos ruedas más popular de la Europa de la posguerra, una popularidad extendida e incrementada en los decenios siguientes hasta alcanzar la categoría de icono cultural universal, trascendiendo así su modesta identidad de vehículo utilitario, humilde y proletario. Nacida en Italia en el año 1946, llegaría a España pocos años después para convertirse en un elemento imprescindible de la motorización nacional, anticipándose a la verdadera revolución desarrollista que supondría la fabricación del Seat 600, también de origen italiano. Como italiana era la Lambretta, otro escúter emblemático de la época que tuvo enorme aceptación en nuestro país, aunque  no alcanzó el éxito y la reputación superlativos de la Vespa.

Pero en todo caso estamos hablando de unos vehículos concebidos fundamentalmente para una utilización urbana y que, sin embargo, fueron capaces de trascender también ese ámbito limitado para afrontar el reto de los viajes por carretera e incluso aventurarse en veleidades deportivas que a priori habría podido parecer que estaban fuera de su alcance. Pero nada más lejos de la realidad, porque el ser humano, siempre ávido de emociones fuertes —y pocas emociones más fuertes que el riesgo de la velocidad—, nunca ha desdeñado la posibilidad de competir con sus semejantes manejando los diferentes vehículos (con motor o sin él) de los que ha dispuesto en cada momento concreto de la Historia.



¿Una carrera cronometrada de 3000 kilómetros por etapas a través de veinte provincias españolas y sus correspondientes carreteras tercermundistas de los años sesenta a lomos de una Vespa? ¿Y porqué no? A fin de cuentas, existen antecedentes todavía más terribles, como por ejemplo la carrera ciclista Madrid-Valencia (350 km), en una sola jornada, que se celebraba en los años cuarenta del pasado siglo, en pleno verano, con temperaturas abrasadoras, pesadas bicicletas de hierro, a través de una carretera nacional ruinosa y con una exigencia física para los participantes digna de superhombres. En comparación con esto, el Trofeo Vespa de las 20 provincias podía considerarse casi una plácida gira turística guiada, con las Vespas escrupulosamente puestas a punto al comienzo de cada jornada por los mecánicos de los distintos equipos participantes, con etapas relativamente cortas que no solían superar los 300 km (aunque por aquellas deficientes carreteras españolas de la época estos kilómetros se hiciesen muy arduos, y más luchando contra el cronómetro), con comidas y cenas en restaurantes y pernoctaciones en hoteles de cierto nivel. Más que una exigente competición deportiva, podría parecernos un pasatiempo lujoso para señoritos ociosos llegados de toda Europa para disfrutar y divertirse con sus Vespas a lo largo y ancho de la geografía española.

En las diferentes imágenes de este completo reportaje de la Filmoteca Española dedicado a la carrera no vemos rostros crispados por el cansancio de la ruta, ni cuerpos contrahechos después de varias horas conduciendo aquellas Vespas incómodas que estaban pensadas para cortos trayectos urbanos, ni gestos airados por la rivalidad y competencia de unos participantes hacia otros como consecuencia de las exigencias de la prueba, sino todo lo contrario. Todo el mundo está sonriente, relajado y feliz, como si los resultados y clasificaciones en la competición fuesen irrelevantes y se tratase sólo de disfrutar de la gastronomía, del aire y del sol de España y de sus variados paisajes. 



Unos paisajes, y unos escenarios de la red viaria española que hoy, más de medio siglo después, nos resultan muy interesantes a los aficionados al patrimonio histórico de nuestros vehículos y carreteras de antaño. En los casi catorce minutos de duración del reportaje podemos disfrutar de la contemplación de estos vehículos ya extinguidos, pero también, y sobre todo, de aquellos elementos de las carreteras igualmente desaparecidos en su mayor parte (hitos kilométricos, casillas de peones camineros, vetustas señales de tráfico, antiguas travesías de poblaciones...), unos elementos ya históricos —o arqueológicos, incluso, podríamos decir—, que formaron parte de nuestra historia más reciente.

En comparación con otras naciones europeas, España era todavía a comienzos de los años sesenta un país eminentemente agrícola y en vías de desarrollo. El parque móvil resultaba escaso y anticuado, las carreteras precarias, inseguras y muy limitadas en cuanto a señalización y otros elementos auxiliares (nótese la ausencia generalizada de señalización horizontal en el firme, incluso en las vías principales), las obras públicas indispensables para la mejora de la red estaban aún en una fase incipiente de su ejecución, y en general el país presentaba severas carencias en todas sus infraestructuras básicas. 

   
Sin embargo, como hemos sido siempre un país exótico, sin complejos, sin vergüenza ajena y con un punto característico de exhibicionismo narcisista, el hecho de acoger eventos deportivos de motor como el que nos ocupa supuso en su día una magnífica oportunidad de promoción internacional y un escaparate inmejorable para mostrarnos al mundo no como éramos, sino cómo pretendíamos ser en un futuro inmediato. Y naturalmente la prensa nacional se prestaba entusiasta a reflejar estos acontecimientos con todo lujo de detalles. Es el caso de este recorte del diario La Vanguardia de Barcelona, fechado el 13 de junio de 1961, en el que se informa de la inminente llegada de los participantes de la carrera a la ciudad condal. 


Hoy en día la mayoría de nosotros no estaríamos dispuestos a ir en una Vespa mucho más allá de la esquina a comprar el pan, pero cuando el humilde y simpático escúter italiano hacía furor en las ciudades y carreteras de todo el mundo y suscitaba la envidia de quienes aún no habían podido motorizarse y esperaban pacientes en las paradas de autobús, algunos iluminados vespistas se inventaron esta prueba cronometrada por etapas a través de la vieja piel de toro. La Filmoteca Española nos ha dejado un documento audiovisual en color de un valor incalculable acerca de tan apasionante desafío.





    

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