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domingo, 28 de agosto de 2016

AQUEL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRO DESTINO. (1 de agosto de 1936). 7ª Entrega




Un relato de Route 1963



Salimos del bar y nos separamos cada uno por su lado. Juan se marchó a encontrarse con alguno de sus contactos, con la esperanza de que pudieran darle razón de los papeles de la moto y facilitarle algo de gasolina para nuestra huida. Yo, por mi parte, me fui al banco a tratar de recuperar el dinero que teníamos ahorrado, que no era mucho ciertamente y menos aún habría de ser el que conseguí, porque los tiempos estaban tan revueltos que cualquiera que se atreviese a dejar en blanco su cuenta podía ser tomado por sospechoso enseguida, de modo que no me arriesgué y tuve que conformarme con solicitar una cantidad muy modesta para pasar desapercibido. Después, harto de caminar bajo el sol de julio por las calles de aquel Madrid tórrido y agitado, me marché a la pensión, me metí en la cama y me dormí, a pesar de que sólo era mediodía.

Dos horas después me despertó un intenso olor a gasolina. Abrí los ojos y vi a mi hermano sentado al borde de su cama.

Vámonos a comer, haragán —me dijo—. ¿Habrás sacado el dinero, no?

Sólo un poco —respondí—. Ya sabes, por aquello de la discreción.

Nos apañaremos, no te preocupes. A mí me ha ido muy bien. Ya tenemos todo lo que necesitábamos. Estoy ansioso porque lleguen las doce de la noche.

¿Has conseguido...?

Todo, todo —me interrumpió—. La documentación de la inglesita, las placas de matrícula, pintura negra, un pincel y algo de gasolina. Hay que esconderlo todo muy bien no vaya a ser que a última hora nos chafen la fiesta.

jueves, 25 de agosto de 2016

LA RED DE ITINERARIOS ASFÁLTICOS (REDIA)


Un artículo de Tarik Bermejo


Desde su puesta en marcha en 1967, mucho se ha hablado del programa de carreteras conocido como Red de Itinerarios Asfálticos (REDIA). Hagamos un poco de historia: el programa se puso en marcha en enero de 1967, contemplándose una actuación sobre los 5.000 kilómetros con mayor volumen de tráfico de la red (del total de los 80.000 kilómetros en cifras redondas que pertenecían a la red del Estado), excluidos los tramos urbanos y periurbanos, en donde las actuaciones estaban recogidas en los programas de Redes Arteriales.

Este programa se puso en marcha estando vigente el Plan de carreteras de 1961. Este plan, también conocido como «Plan Vigón», por ser Jorge Vigón el ministro de Obras Públicas que lo aprobó, tenía una vigencia de dieciséis años, hasta 1977, contando con una dotación presupuestaria muy importante para su época (177.000 millones de pesetas). Sin embargo en este plan no se establecieron prioridades en las actuaciones más allá de los primeros años, ni tampoco seguimiento de las actuaciones, y lo que fue determinante, no se planteó la revisión del plan en caso de que las variables básicas no resultaran acertadas, principalmente el crecimiento del tráfico. A este respecto, el crecimiento del parque automovilístico en esos años fue espectacular, con cifras de crecimiento superiores al 10%, alcanzando un máximo en 1966 superior al 30%.

Ni este programa, ni las primeras concesiones de autopistas de peaje, fueron aprobadas en las Cortes, condición que era exigida por la entonces vigente Ley de Carreteras de 1877, a pesar de suponer un planteamiento ambicioso en la red de carreteras.

jueves, 18 de agosto de 2016

AQUEL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRO DESTINO. (1 de agosto de 1936). 6ª Entrega




Un relato de Route 1963



El viernes 31 de julio a las seis de la mañana unos golpes bruscos en la puerta de la habitación nos despertaron con gran sobresalto. Llevábamos ya varias noches durmiendo con un ojo abierto y otro cerrado, pero este fue uno de los peores despertares que recuerdo, porque no pude evitar el pensar que por fin venían a matarnos, y no es agradable comenzar un nuevo día sabiendo que ha de ser el último. La voz tranquilizadora de la señora Engracia al otro lado de la puerta nos devolvió cierta serenidad, aunque no toda la que hubiésemos deseado. Salvo que ocurriese algo grave, esta buena mujer no acostumbraba a despertar a sus huéspedes tan temprano y con semejante alarma.

No se me asusten los señoritos, que soy yo —oímos que decía—. Le llaman por teléfono, señorito Juan. Dicen que es muy importante.

¿Una conferencia desde Valencia? —preguntó mi hermano levantándose de la cama con un gesto de preocupación.

No lo sé, señorito. Es un hombre, y necesita hablar con usté urgentemente.

¿Hay alguien con usted ahí fuera?

¡Huy, hijo mío, quién va a haber! Estoy sola, pierda cuidado.

Gracias, doña Engracia. Dígale que voy enseguida.

martes, 9 de agosto de 2016

AQUEL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRO DESTINO. (1 de agosto de 1936). 5ª Entrega




Un relato de Route 1963



En los días inmediatos que siguieron al levantamiento militar del 18 de julio de 1936, Madrid, que entonces contaba con una población de un millón de habitantes, probablemente se convirtió en la ciudad más peligrosa del mundo. Se producían graves accidentes de tráfico cada pocas horas. Partidas incontroladas de individuos de diferentes facciones se perseguían a toda velocidad por las calles a bordo de automóviles requisados antes de enzarzarse en espectaculares tiroteos que sembraban las aceras de cadáveres ante el horror mudo de los viandantes. Por las noches esas mismas partidas armadas asaltaban los domicilios particulares de quienes consideraban enemigos de su causa —a menudo sin prueba alguna— y se incautaban de todo tipo de bienes para llevarse después a los inquilinos, que aparecían de madrugada con un disparo en la cabeza en los descampados del extrarradio o en las cunetas de las carreteras. Pero no toda la violencia que sacudía Madrid en aquellos días desesperados tenía un origen político. Sanguinarias bandas de simples delincuentes comunes aprovechaban la terrible confusión del momento para requisar automóviles en los que se movían con total impunidad por la ciudad robando y asesinando a mansalva. Respetables ciudadanos que jamás habían manejado un arma de fuego, viéndose de repente armados por unas autoridades que habían perdido todo el control de la situación, decidían resolver a tiros antiguas rencillas de cualquier índole con vecinos, familiares o jefes, a sabiendas de que nunca se investigarían estos crímenes. Sin orden ni Ley, el odio, la venganza y el caos habían tomado Madrid tres años antes de que lo tomasen los militares sublevados.

miércoles, 3 de agosto de 2016

AQUEL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRO DESTINO. (1 de agosto de 1936). 4ª Entrega




Un relato de Route 1963



Ese día, lunes 20 de julio, me quedé involuntariamente dormido y me levanté muy tarde. Había tenido intención de acudir a mi trabajo pero, como comprobé más adelante y tal y como había vaticinado Juan, mis jefes del bufete de abogados, gente de derechas —de orden, como se los denominaba entonces—, también habían huido sin dejar rastro. Fue el vecino de la habitación contigua quien me encontró, cerca del mediodía, vagando por los pasillos de la pensión en busca de la señora Engracia para que ordenase a las sirvientas que me preparasen un desayuno.

¡Qué bien vive el señorito! —me dijo con sorna—. Supongo que estarás al tanto de lo sucedido.

¿Al tanto de qué? —le respondí, frotándome los ojos aún soñolientos.

De lo del Cuartel de la Montaña —me explicó sin disimular su entusiasmo—. Hemos pisoteado a los fascistas como si fueran cucarachas. El alzamiento ha fracasado en Madrid, y en dos días estarán sometidos en el resto de España, ya lo verás.

Sí, eso es lo que yo creo —respondí con cierta indiferencia—, pero lo que necesito ahora es desayunar.

Mi vecino de habitación me lanzó una mirada retadora. Vi odio en sus ojos. Probablemente el mismo odio que había brillado en los ojos de los milicianos esa mañana, mientras asaltaban el Cuartel de la Montaña entre gritos y disparos de fusil.