Tengo que reconocer que nunca he estado en Australia, ese.
vasto país-continente de nuestras antípodas (con permiso de Nueva
Zelanda, verdaderas antípodas españolas), quince veces más extenso que
España. O bien, dicho de otro modo, esa gigantesca nación en la que
cabrían con holgura quince países del tamaño de España.
Pero el hecho de que no conozca Australia ni haya viajado jamás a través
de sus inhóspitas e interminables carreteras no me impide dedicarle la
presente entrada del blog, para inaugurar el tórrido mes de Agosto, a
una de ellas, no la más larga, pero sí la más célebre,
controvertidamente célebre, podríamos decir, por cuanto tiene de
interesante y de peligrosa.
Naturalmente, al no tratarse en este caso de un reportaje autobiográfico
basado en vivencias y experiencias propias, la totalidad de la
información y el material recopilados para esta entrada ha sido obtenido
de diversas fuentes externas a través de internet. No tengo un
propósito de exhaustividad ni de rigor absoluto en este trabajo,
simplemente voy a tratar someramente de una carretera singular por el
mero hecho de que me ha fascinado por sus características y
peculiaridades nada más tener noticias de ella, aspectos que la
convierten en una carretera completamente diferente a cualquier otra del
mundo.
Por consiguiente, todo aquel que esté interesado en el tema y necesite
más información sobre el mismo puede recurrir a los enlaces que ofrezco
en el propio texto o bien al final de la entrada.
Y el primer enlace, antes de entrar en materia con la Eyre Highway
australiana, tiene mucho que ver con la posibilidad de recorrer en moto
otras carreteras australianas parecidas en un viaje organizado y servido
por una empresa española especializada en el turismo motociclista a
través de países exóticos. La mala noticia, como no podía ser de otra
manera, es que el elevado precio de este viaje (11.000 € dos personas y
quince días) lo convierten ya en algo disuasorio para la mayoría de los
motoristas incluso antes de empezar a pensar en sacarle brillo al casco.
Pero como soñar es gratis, aquí va el enlace:
Mucho más asequible resulta viajar virtualmente a través de la pantalla
del ordenador con la mediación de Google Earth, una herramienta
profusamente utilizada por viajeros frustrados e internautas ociosos que
sólo así pueden -podemos- ver mundo. Y así es como viajé yo la otra
noche por Australia, a golpe de ratón -un viaje, por cierto, que había
comenzado unas horas antes en los Estados Unidos siguiendo las rutas de
Jack Kerouac en su novela On the road-, y admirándome de las descomunales distancias que recorren las carreteras asfaltadas de la mayor isla del mundo.
No era, por supuesto, la primera noticia que tenía de la inmensidad de
Australia ni de lo inhóspito de la mayor parte de su despoblado
territorio, pero sí la primera vez que podía constatarlo visualmente, en
tiempo y espacio, a través de la navegación a ras de asfalto
proporcionada por Google Earth, lo cual, además, te ofrece también la
ocasión de sumergirte en el paisaje australiano, un paisaje que se
resume en desierto, desierto, y más desierto más allá de los arcenes de
la carretera y del horizonte hasta donde alcanza la vista, unas vastas
planicies resecas y áridas cubiertas de vegetación arbustiva y matorral
bajo envueltas en una luz cegadora, polvorienta y caliginosa. Un paisaje
desolado que se repite sin la menor variación de contraste durante
cientos y aún miles de kilómetros, hasta el punto de que después de
muchos minutos de viaje simulado se experimenta la sensación
desconcertante de no haberse movido del sitio. Tal vez los viajeros
reales que recorren las Highways australianas a bordo de sus
vehículos experimenten la misma sensación de estar moviéndose sobre el
fondo de un decorado teatral que se repite constantemente, y con el
añadido obligado, además, del calor, la sed y el cansancio.
Unas carreteras australianas que, a pesar de ostentar la denominación de
vías rápidas (highway), no pasan de ser una calzada estrecha de dos
carriles y doble sentido de circulación (se circula por la izquierda y
la velocidad está limitada a 110 Km/h.), que en España no habrían
superado la categoría de carreteras comarcales o nacionales de segundo
orden, en el mejor de los casos. Sin embargo, comprendiendo la enorme
extensión del territorio a cubrir, la baja demografía y el escaso caudal
irregular de tránsito rodado lejos de las grandes ciudades costeras del
país, habría resultado económicamente inasumible la construcción de
autovías o autopistas a través de estos desiertos australianos. Y pese a
todo, gracias a las imágenes estáticas que ofrece Google Earth en su
navegación virtual es posible apreciar que el firme se encuentra en muy
buen estado en casi todos los trazados de la red, lo cual es admirable
considerando que cada una de esas carreteras cubre itinerarios de varios
miles de kilómetros y su conservación debe de constituir una tarea
ingente para una nación de sólo veinte millones de habitantes
concentrados mayoritariamente en las costas.
Proyectar una carretera en Australia no parece ofrecer demasiadas
dificultades técnicas ni topográficas: basta con trazar una infinita
línea recta que vaya a buscar el mar desde cualquier punto geográfico a
través de los desiertos interiores. No es necesario explanar el terreno,
ni expropiarlo (el desierto es propiedad del Estado), ni acomodarlo a
una orografía accidentada ni a grandes cursos de agua. Australia es el
país más llano y seco del planeta. Sólo así se comprende que la Eyre
Highway, que con sus 1.700 kms. de longitud cubre parte del recorrido
total entre las ciudades meridionales de Perth y Adelaida (2.600 kms.),
se haya hecho célebre por albergar en su trazado la recta asfaltada más
larga del mundo (146´6 kms.), entre los enclaves de Caiguna y
Balladonia, no existiendo una sola curva entre ambos. Esto no implica,
desde luego, que el resto del recorrido de la carretera, que une de
oeste a este las ciudades de Norseman y Port Augusta, pueda presumir de
un recorrido tortuoso, nada más lejos de la realidad. Se suceden, una
tras otra sin solución de continuidad, las interminables rectas de
decenas y hasta de un centenar de kilómetros.
Aunque los australianos, en su modestia, sólo la consideren como la más
larga de Australia, en realidad es la recta más larga del mundo.
Las distancias entre las distintas poblaciones de esta ruta son, sencillamente, abrumadoras.
Red principal de carreteras australianas (Highways). En realidad no son
tales vías rápidas, sino carreteras estrechas de doble sentido y con la
circulación limitada a un máximo de 110 Km/h.
Aunque pudiera parecer lo contrario, una carretera con el trazado
predominantemente recto no resulta necesariamente más segura que una
carretera de curvas. En España, país montañoso y de orografía compleja
(ríos, mesetas, valles...) abundan más los trazados sinuosos que los
rectos, pero aún así en aquellas regiones de relieve menos accidentado
(por ejemplo, La Mancha) los ingenieros de caminos decimonónicos que
proyectaron y construyeron las primeras carreteras españolas dignas de
tal nombre, preferían trazar largas rectas de varios kilómetros siempre
que fuera posible, seguramente más baratas y fáciles de construir que
los tramos revirados. Eran, a fin de cuentas, carreteras para carruajes y
caballerías que no alcanzaban grandes velocidades y en cuya conducción
el factor humano no tenía una importancia determinante a efectos de la
seguridad. Sin embargo, con la llegada de los vehículos a motor el
concepto de las carreteras hubo de ser revisado y, entre otras cosas,
las largas rectas de los trazados dejaron de serlo tanto para alternarse
con curvas estratégicas cuya función no era la de salvar accidentes del
terreno, muchas veces inexistentes, sino romper la monotonía visual de
los tramos rectilíneos y disuadir de las altas velocidades.
En las carreteras australianas es evidente que no se aplicaron estos principios, sino el más antiguo y universal, aquel que asegura que la distancia más corta entre dos puntos es siempre una línea recta. Y cuando precisamente esas distancias entre dos puntos son particularmente enormes, los trazados rectilíneos se postulan como la mejor opción para construir una carretera.
La monotonía de la conducción durante horas y centenares de kilómetros a
través de las interminables rectas de la Eyre Highway, con el horizonte
como perenne límite del campo visual, acompañadas del paisaje monocorde
del desierto, con sus tonos apagados y uniformes extendiéndose a través
de una infinita llanura sin contrastes convierten a esta carretera en
una ruta muy peligrosa en donde no escasean los accidentes de tráfico.
Los conductores son víctimas del cansancio y del sueño, porque es casi
imposible no sucumbir a ellos cuando se transita por un territorio tan
desolado y árido, en donde las escasas poblaciones del largo trayecto
(que a menudo no son tales, sino sólo humildes áreas de descanso con los
servicios más elementales) se encuentran separadas también por enormes
distancias, a veces superiores a los 200 kilómetros, con el riesgo que
esto implica de sufrir una avería o quedarse sin combustible. Y por si
esto fuera poco, además no existe apenas cobertura para los teléfonos
móviles y el tránsito es escaso, con lo cual las posibilidades de ser
socorrido con rapidez son muy inciertas. Otro factor considerable de
peligro son los denominados road trains (literalmente, trenes de carretera),
gigantescos y pesados camiones que arrastran largos remolques
articulados de hasta cincuenta metros o más y cien toneladas totales de
desplazamiento, un eficiente medio de transporte masivo de mercancías
para largas distancias a través de las inmensas y rectas carreteras
australianas, vehículos que en otros países del mundo resultarían
inviables dada su limitada maniobrabilidad.
Estos monstruos rodantes llamados road trains circulan en gran número
por las carreteras australianas transportando millones de toneladas de
mercancías a lo largo y ancho del gigantesco país. Con cincuenta metros
de longitud, o más, y rodando a veces a velocidades de 120 km/h.,
adelantarlos supone siempre una prueba añadida de tensión para los
conductores.
Las rectas interminables y solitarias son el elemento más característico
de la Eyre Highway y de la mayoría de las carreteras australianas.
Las gasolineras y las áreas de servicio se encuentran separadas entre sí
por centenares de kilómetros. Se hace necesaria una cuidadosa provisión
de combustible y de agua cuando se viaja por esta carretera.
"La fatiga es fatal", reza el cartel. Y en una carretera larga y
monótona como la Eyre Highway este aviso nunca está de más. Muchos
conductores australianos viajan de noche para evitar el calor diurno del
desierto, lo que multiplica las posibilidades de dormirse al volante y
sufrir un accidente.
La verdad es que se podría hablar o escribir sobre la Eyre Highway
durante horas, incluso sin conocerla sobre el terreno, tal es la
cantidad de información sobre el tema que existe en internet. Sin
embargo, con este apunte, ya extenso de todos modos, creo que es
suficiente por el momento. En la edición original de este reportaje insertamos unos enlaces a diferentes páginas y videos relacionados con esta carretera, pero casi un año después buena parte de esa información se ha perdido o bien los vínculos están rotos y no remiten a los sitios web correspondientes, motivo por el cual omitiremos esta vez dicha información. Sin embargo, no pude en su momento resistirme a la tentación de hacer yo mismo
un video de un viaje virtual, seguramente mejorable, a través de la Eyre
Highway, en dos versiones, en español y en inglés. Esta es la versión
española:
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