miércoles, 31 de julio de 2019

RUTA Y MANTEL. La gastronomía de la carretera. HOTEL RESTAURANTE RÍA DE VIGO. Becilla de Valderaduey (Valladolid).



Un reportaje de Route 1963


Lejos, muy lejos de Vigo, y ni tan siquiera en la ruta que lleva a esta ciudad gallega, nos encontramos este singular establecimiento que responde a los cánones tradicionales de restaurante de carretera clásico. Y en efecto, se encuentra en el km. 260 de la N-601 (Madrid a León por Segovia) y en su confluencia con la N-610 (Palencia a León), antaño un importante y transitado cruce de caminos a la entrada del municipio vallisoletano de Becilla de Valderaduey, casi lindando con la provincia de León.

Lo descubrimos por azar el pasado 24 de mayo de 2019 de viaje a Gijón para participar en la I edición de la Ruta Motorista Histórica de la Plata, cuando paramos a repostar combustible en una gasolinera cercana. Allí coincidimos con el propietario del restaurante, que estaba a su vez repostando gasolina para su coche y se interesó por nosotros: de dónde veníamos, adónde íbamos, si teníamos previsto comer por allí, y si pensábamos hacerlo que nos acercásemos a su establecimiento, que no nos arrepentiríamos. Hizo un impecable trabajo de relaciones públicas, porque consiguió convencernos primero y demostrarnos después que su restaurante merecía verdaderamente la visita que le hicimos.



En estos entornos casi despoblados y ciertamente decadentes de las antiguas carreteras nacionales españolas —que personalmente tanto me fascinan—, con sus solitarias gasolineras, sus talleres de neumáticos abandonados y tantos otros vestigios de un pasado que fue más próspero, lo que resulta difícil a menudo es encontrar un buen sitio para comer. La mayoría de los clásicos restaurantes de carretera han ido cerrando uno tras otro con el paso de los años al trasladarse casi todo el tránsito rodado a las autovías.

Sin embargo, precisamente el que nos ocupa en este reportaje, el HOTEL RESTAURANTE RÍA DE VIGO, pretende reivindicarse como uno de esos establecimientos de carretera tradicionales, con su buena y abundante comida casera hecha con esmero y con productos de primera calidad, y todo ello a precios contenidos. Pero además, cabe destacar en este caso la profesionalidad, simpatía y amabilidad, tanto del dueño como del resto del personal que trabaja en el restaurante. Casi equidistante de Valladolid, León, Palencia y Benavente, este es un lugar de paso situado en tierra de nadie, pero muy frecuentado por transportistas y todo de tipo de viajeros que deciden apartarse ocasionalmente de las autovías.


Un establecimiento espacioso, limpio, tranquilo, sin grandes alardes ni pretensiones, pero en donde se come razonablemente bien. Nosotros probamos entre otras cosas los entremeses variados (sabrosos los embutidos de la tierra, no en vano estamos en Castilla), alguna ensalada, algún revuelto, lentejas (muy interesantes y generosas, pues te dejan el perol en la mesa para repetir las veces que quieras, y uno de nosotros tomó dos platos a rebosar), y postres caseros muy conseguidos. Mención especial a la recomendación que nos hicieron de las patatas a la riojana, que sin embargo se les habían acabado en ese momento y era solo cuestión de esperar un rato para dar tiempo a que en la cocina preparasen más. Decidimos esperar y probamos una pequeña ración antes de los postres, a la que nos invitaron. Extraordinarias las patatas a la riojana, y un gran detalle la invitación, que desde aquí agradecemos.


En resumidas cuentas, muy recomendable el HOTEL RESTAURANTE RÍA DE VIGO, sobre todo en estos tiempos desnaturalizados en los que se impone en los viajes la comida impersonal, rápida, artificial y poco económica de las áreas de servicio de las autopistas y autovías. Es este uno de esos restaurantes clásicos de carretera de toda la vida —de los pocos que van quedando— en donde todavía es posible degustar sin prisas la genuina cocina casera española, la mejor del mundo, indiscutiblemente.